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Cómo detectar y tratar la ansiedad en los niños

octubre 22, 2020
Ansiedad Infantil

La ansiedad en niños es más que simplemente timidez o nerviosismo. Puede afectar negativamente la personalidad del niño y la vida familiar entera. Así que solo evadirla, creyendo que esos temores se le pasarán cuando crezca, no solucionará nada.

Es momento de buscar ayuda pues, los miedos pueden cobrar fuerza.

Los recursos farmacológicos son grandes aliados para reducir las crisis de ansiedad. Sin embargo, también existen terapias efectivas que pueden ser muy valiosas para los niños, no solo en un momento dado sino, como herramientas para manejar situaciones futuras.

Terapia Cognitiva del Comportamiento

Conocida como la Terapia Cognitiva del Comportamiento, se caracteriza por ser muy efectiva, debido a que se basa en la capacidad que tiene el cerebro de controlar la conducta y, por ende, las emociones.

Así, analizar una situación desde una nueva perspectiva puede corregir una ideología distorsionada y una conducta disfuncional. Al lograrlo, las emociones cambian.

En el caso de los niños, se comienza a corregir la conducta evasiva que aprendieron a desarrollar para intentar escapar de la ansiedad.

Esto se logra mediante una técnica conocida como “exposición y prevención de respuesta”, la cual consiste en presentar al niño, dentro de un marco protegido y de forma estructurada, a la situación que le produce ansiedad.

De forma progresiva, el niño puede ir venciendo sus temores en pequeños pasos y así conseguir la seguridad que precisa para enfrentar los miedos más grandes.

Si el niño aprende a actuar de un modo diferente, puede lograr que desaparezca el miedo que siente, sea por separarse de sus progenitores, por fobias, por ansiedad social y hasta por algún TOC.

En el cerebro está el acosador

Otra técnica muy efectiva es enseñar al niño -y a los progenitores- a separar los temores de su persona. Para lograrlo se le dice que ese acosador está en el cerebro. Entonces, se le anima a ponerle un nombre.

Una vez identificado, el siguiente paso es enseñarles a los niños habilidades para dominarlo.

Para entender cuánto les limita la ansiedad, los terapeutas hacen un mapa con las acciones que los niños no pueden hacer por tener miedo.

Así pueden visualizar la libertad que el acosador les ha robado y expresar cómo se sienten ellos al respecto. Al llegar a esta etapa, ya han desarrollado una fuerte relación de confianza con el terapeuta que los llevará a enfrentar sus miedos.

La Terapia de la Exposición ¿Cómo funciona?

La Terapia de la Exposición sigue una estructura jerárquica en la que se califican los temores como si fueran retos y el impacto que estos generan en la persona en una escala del 1 al 10.

En la medida en que los califica, el niño se percata que hay situaciones más tolerables que otras. A su vez, pueden establecerse escalas de ansiedad para cada uno de esos temores.

Para un niño que teme vomitar: ¿Qué tan difícil es…?

Situación Escala
Escribir la palabra vomito 3
Decir. “Voy a vomitar hoy” 5
Ver un dibujo de alguien vomitando 7
Ver un vídeo de alguien vomitando 9
Comer algo que crees que te hará vomitar 10

A continuación, se expone al niño a la situación más leve y con apoyo para que logre disipar la ansiedad. En la medida que vaya conquistándola, podrá asumir diferentes comportamientos y esta nueva experiencia le ayudará a controlar la ansiedad hasta disiparla.

Aumentando la Intensidad

Después de varias sesiones de práctica en espacios controlados, se pueden trasladar a otros escenarios fuera de la oficina del terapeuta, siempre que el niño se sienta cómodo con ello. Las sesiones pueden darse varias veces por semana, más de una hora cada día.

Cuando verdaderamente hayan dominado la ansiedad, se le asignarán tareas en casa y se instruirá a los progenitores para que lo apoyen en vez de protegerlo.

Esta exposición gradual y sistemática a lo que le causa temor, lo ayudará a ir venciéndolos uno a uno, a su propio ritmo, hasta que la ansiedad desaparece.

Es entonces cuando se da cuenta que no necesita evitar, escapar, buscar reconfirmación de otros, caer en rituales de limpieza (como lavarse las manos constantemente), desarreglos alimenticios, autolesionarse, etc.